miércoles, 3 de marzo de 2010

EL SEÑOR CAMILO

Camilo es de esa clase de personas. Es esa clase de persona que se sienta en el asiento del pasillo del autobús dejando libre el de la ventana. Lo hace porque no tiene coche; le da vergüenza admitir que le retiraron el carné hace cuatro años por ser demasiado mayor.


Camilo tiene el pelo blanco. Cada mañana se lo peina hacia atrás con un cepillo fino, y piensa que cada vez se le ve más el cuero cabelludo entre las delgadas líneas que deja el cepillo. Tiene los ojos marrones, pero mirarlos es como verte en un espejo viejo y translúcido. Viste siempre con alguna camisa de color claro, pantalones marrón oscuro y cinturón de piel al que siempre le sobran tres agujeros.


Cada mañana se despierta con la radio, se pone sus zapatillas de cuadros verdes y marrones y desayuna un café con leche con cuatro galletas maría. Las galletas se las come de dos en dos y no soporta que cuando se acaba el paquete le sobre una y a veces, incluso, la tira a la basura.


A Camilo le gustan los vendedores ambulantes, esos que se pasean casa por casa intentando vender sus productos. Pero sobre todo, se entusiasma con las suscripciones de revistas, tiene de todo tipo: de coches, de plantas, de manualidades, de ciencia... pero sin duda sus favoritas son las de peces. Le encantan los peces, los adora. Exactamente tiene treinta y dos, pero repartidos de una manera curiosa: los tiene separados por colores. Los naranjas los tiene juntos en una pecera en el comedor, los negros en el dormitorio (le ayudan a dormir), los blancos en el recibidor, y los que tienen manchas en el baño. Le entusiasma la idea de poder retener el agua en diferentes recipientes de distinta forma, por eso tiene repartidos por toda su casa (a parte de los peces) veintiún recipientes de cristal.


Camilo odia los circos, o mejor dicho: le aterran. Le dan miedo los payasos, los animales peligrosos, los trapecistas y los contorsionistas, doblándose de esa manera... ¡qué horror! Pero lo que más odia son esas malditas rayas naranjas y amarillas de las carpas, no las soporta. En general odia las líneas verticales, igual que las que el cepillo deja en su pelo o como la de la raya del pantalón. Otra cosa que no soporta son las pinzas de madera, le dan repelús y tiene que tender la ropa con pinzas de plástico.


La vida de Camilo es siempre igual: por las mañanas coge el autobús número nueve hasta la calle Vicente Tofiño, se sienta en el mismo banco del paseo y observa como la gente entra y sale de un supermercado. Le gusta encontrar tiques en el suelo de alguna compra y, según lo que haya comprado esa persona, intentar adivinar su vida. Si alguna de estas cosas le sale mal, como por ejemplo no encontrar dos asientos vacíos en el autobús para sentarse en el pasillo, se compra un pez, eso le reconforta y le hace feliz.

5 comentarios: